Película rodada íntegramente en la isla de El Hierro, excepto una escena que está rodada en Gran Canaria, en el bellísimo Puerto de las Nieves (Agaete); paisajes y entornos perfectos para un guión y una música (Zacarias M. de la Riva) que logra sumergirnos en una tensión constante.
Magníficamente dirigida por Gabe Ibáñez y una actriz estelar, Elena Anaya.
Primer Tráiler:
El Puerto de la Estaca, La Dehesa, las Puntas y su hotel más pequeño del mundo, el lajial de la Restinga. La película «Hierro» se fusiona a unos paisajes que hacen de ella algo única, intensa y espectacular.
Segundo Tráiler (nuevas escenas):
Realmente la película «HIERRO»:
- Contiene alguna de las imágenes más bellas del cine español reciente.
- Atmósferas chocantes y opresivas.
- Orfebrería escénica que unida a un diseño tonal, erigido sobre una trama claustrofóbica, hacen de «Hierro» una película escalofriante.


Fotografías de alguno de los escenarios paisajísticos de la isla de El Hierro donde se grabaron secuencias:






Mezclan paisajes de dos puertos distintos, el Puerto de la Estaca de El Hierro y el Puerto de Las Nieves (Agaete), perteneciente a la isla de Gran Canaria; cierto es, que los colosales muros verticales de Gran Canaria dan a la secuencia un ambiente mucho más terrorífico.

Sinopsis

María (Elena Anaya) pierde a su hijo misteriosamente durante un viaje en ferry. Unos días después, aún destrozada, recibe una llamada de la policía con la que le informan de que han encontrado un cadáver. Podría ser su hijo… pero no lo es. «Hierro«, debut en el largo del premiado cortometrajista y técnico de efectos visuales Gabe Ibáñez, marca un paso más en la constatación de la industria de género nacional, en este caso situando su propuesta en el campo del suspense psicológico e invitando al espectador a descender a los infiernos de la mente de una mujer atormentada por la peor de las pesadillas imaginables. Resuenan ecos de producciones previas, sin duda, pero la situación geográfico/onírica de la historia invita a dejarse llevar, al menos durante los primeros rollos.
Exigente con el espectador por lo pausado de su desarrollo, sólida en su construcción técnica pero no tanto a la hora de seducir el interés del palco, el mayor atractivo de la película se encuentra en el limbo telúrico que envuelve a la figura central, absoluto y casi único centro de atención durante todo el metraje. Entregada en su recreación tortuosa, Elena Anaya exprime su capacidad interpretativa lanzándose a una espiral delirante en la que las sospechas cobran fuerza a medida que sus pesquisas, burdas por lo atropellado y fortuito de sus descubrimientos, se abren paso con fuerza en su cerebro maltrecho y estresado; el director se apoya en la irresistible y mastodóntica desolación que impera en la isla que da nombre al film, tan atractivo en sus proposiciones como imposible en sus caóticas y solitarias profundidades. Cada detalle, cada sonido es expuesto con perfección y frialdad, construyendo las secuencias en base a un conjunto de pequeños elementos concretamente dispuestos y diseminados.