Reserva Natural Especial del Barranco del Infierno
El catedrático Emérito de Botánica de la Universidad de La Laguna, Wolfredo Wildpret en declaraciones a la Cadena Ser:
El Rabo de Gato en las Islas Canarias es una de las plantas más “invasoras” que existen. Recordó que “el primer registro científico” de esta especie data de los años 60 en Gran Canaria, y “al que nadie hizo caso aunque se insistió muchísimo “. En el presente, la situación es de tal magnitud, que “Canarias va camino de superar a Hawaii, donde el Rabo de Gato es un problema de primera categoría”. Pero no es la única amenaza, la zarza (Rubus ulmifolius), es otra de las muchas especies invasoras que se han instaurado en las Islas Canarias; es una pena ver como las administraciones se olvidan por completo de los cauces y barrancos de la isla, los únicos que nos preocupamos por mantener los cauces limpios somos nosotros, los barranquistas, abriendo camino y limpiando los cauces de una zarza totalmente desatada y sin control, flora invasora que desplaza a la flora endémica de la isla y tapona los cauces impidiendo el paso del agua; a mitad del barranco el paso es casi imposible, machete en mano libramos una desagradable batalla para abrirnos paso ante un arbusto de la familia de las rosáceas, la zarza, que a duras penas nos permite avanzar, miles de zarzas que se asemejan a árboles por el grosor de su tallo, con unos dientes afilados y curvos como navajas, nos frenan de tal modo, que escasos 200 metros de recorrido nos lleva media hora larga de arduo y desagradable trabajo, abrirnos una estrecha vereda es el único modo de poder salir de un auténtico «infierno» de espinas.

La LEY 12/1994, de 19 de diciembre, de Espacios Naturales de Canarias, junto a la ORDEN de 26 de enero de 2001, por la que se aprueba el Plan Director de la Reserva Natural Especial del Barranco del Infierno en su apartado 3.2.1.2.2. prohíbe la práctica de la escalada y del rappel o descenso con cuerda.
Nuestra aventura nace en la localidad de Ifonche, a 1.000 metros de altitud sobre el nivel del mar, estamos rodeados de autenticas esculturas pétreas de lava, los roques de Imoque, Brezos, Conde, construyen un paisaje conmovedor, unas atalayas rodeadas de extensos pinares y profundas degolladas, un inicio que presagia una aventura del todo espectacular.









Profundos barrancos se abren ante nosotros bajo un entorno lleno de una belleza sin igual, un entorno enigmático en el cual, la magia del paisaje se solidifica creando una atmósfera indescriptible; al igual que aquel sutil canto de sirenas, sirenas de viejos cuentos y epopeyas donde un Ulises ladino supo sobrevivir a sus hechizos, tapando sus oídos con cera y haciéndose encadenar al mástil de su nave por una aterrorizada tripulación, el canto que te invade en estas tierras es el del silencio, un silencio palpable mucho más «terrible» que aquel canto de perdición, un silencio que te devora y vence, un silencio que te arrastra inexorablemente a los abismos de estas grietas casi inexploradas y olvidadas de un Tenerife que nunca se acaba, la isla de Tenerife es como esa Odisea de Homero donde el viaje es infinito y lleno de aventuras sin fin.





























Por la maleza atrapada en estas viejas cañerías ya olvidadas y obsoletas, por las huellas de una roca marcada y erosionada por un agua ahora del todo inexistente, tiene que ser espectacular el vertiginoso río que alguna vez debe llenar este inmenso barranco, un agua que al encañonarse en la estrecha grieta que se encuentra más adelante lo convierte en un auténtico «tsunami», donde el rugido de millones de litros sin control y bajo una fuerte presión, todo lo devora, un verdadero infierno que solo el Atlántico puede parar.


Acabamos de llegar a la parte acuática del barranco, a partir de aquí toca equiparse y proteger parte del equipo para afrontar los vertiginosos saltos y pozas acuáticas que nos aguarda en adelante el barranco.







Dejamos atrás El Santuario, nos adentramos en el tramo más encañonado del barranco, miles de zarzas invaden el paso, tras ellas el abismo…



El abismo se abre ante unos ojos que no atisban el final, una inmensa chimenea se pierde en la oscuridad, la cascada de agua se precipita a lo largo de decenas de metros, es tal su altura que ni el eco del sonido del agua al romper en el suelo llega a nuestros oídos, el silencio es seprulcal, solo el tenue sonido del agua que corre en la cabecera hacia el vacío es lo que percibimos, el sonido del silencio nos llena de «nerviosismo» y «temor», agudizando en extremo toda precaución posible.



Iniciamos el descenso, acabamos de unir dos cuerdas de 120 metros, serán suficientes? llegarán a suelo?, nuestro primer objetivo es salvar la caída y reunirnos todos abajo, el segundo objetivo, será recuperar una cuerda cuya tensión y peso nos obligará a tener el máximo cuidado de que no se crucen, la estrategia es, bajo yo de primero, y una vez abajo hago un nudo en uno de los extremos que anclaré a mi arnés para darle toda la tensión que pueda, una vez todos abajo montaremos un polipasto para no dejarnos los brazos a la hora de tirar y recuperar los 240 metros utilizados ante tal vertiginoso y delicado descenso.








El agujero es de tal dimensión que la luz muere en lo encajonado de las paredes, la oscuridad es profunda, las proporciones del barranco son inimaginables antes de verlo con nuestros propios ojos…


Tras 115 metros de caída el final de nuestra aventura está ya muy próximo, nos queda salvar una última cascada escalonada de aproximadamente 40 metros, y el tramo de cuerda y agua habrá concluido, será el momento de descansar, respirar, reordenar todo y salir por un cómodo y bello sendero hasta la misma localidad de Adeje.






Toca ponerse cómodos, secarse, recoger y ordenar todo el equipo, una hora escasa de bella caminata nos separa de la localidad de Adeje, la luz va menguando pero vamos genial de horario, los frontales en esta ocasión no serán necesarios.













Con las últimas luces llegamos a la localidad de Adeje…

Ese placer prohibido que transforma cada instante de la vida en una aventura…
A Melly, una mujer valiente que nada la detiene.