Las islas Canarias observadas desde el cielo son una verdadera flota armada, siendo Tenerife la nave capitana, la más pesada, la más alta, la más acorazada; y el resto, una escolta especializada y personalizada alrededor de su capitana. Desde la popa del buque insignia, El Hierro y La Gomera se observan como la retaguardia, en cuya pequeña superficie se esconden infinidad de tesoros que ningún pirata digno de su nombre dejaría escapar, La Gomera, la más cercana a Tenerife, cuyo aspecto desde su más alta cota en el Alto de Garajonay se asemeja a un gigantesco exprimidor, incontables barrancos abruptos y profundos donde reinan las brumas rajan radialmente sus tierras de espesa laurisilva, sumergiéndose al igual que toboganes en las profundidades de este Atlántico azúl, infinidad de rutas inéditas e inolvidables surcan sus laberínticos y milenarios surcos: Erques, Argaga, Valle Gran Rey. El Hierro la más alejada, con su Alto de Malpaso a 1.501 metros de altitud destacando en el altísimo filo que divide la isla chiquita en horizontal, último reducto fortificado desde el cual La Gomera y La Palma se ven resguardadas y acompañadas. A Babor surca alejada La Palma, el barco más joven, poderoso y esbelto, la segunda alta volada de la flota coliderando junto a Tenerife en altura, isla bonita de multitud de extremos opuestos donde volcanes y selva conviven en el tercer territorio más alto del mundo en proporción a sus kilómetros cuadrados, una punta de lanza afilada perpendicular, un punto de fuga que se pierde en el infinito de un cielo nítido y azul, cielo que al ennegrecer abre las puertas al más absoluto abismo, un universo iluminado por millones de estrellas y constelaciones en constante expansión. El sol amanece por Estribor donde Gran Canaria se presenta como un buque redondo, el segundo en embergadura y volumen, con un relieve central masivo, abrupto y cautivador, amenazante y poderoso como una «tempestad petrificada». Encabezan esta poderosa flota Fuerteventura y Lanzarote, las dos más antiguas fragatas, ligeras, ásperas, áridas, semidesérticas, apuntando y navegando hacia las tierras y costas del Africa Noroccidental.
Las islas Canarias situadas en la parte Oriental del Atlántico Central forman parte de la región Macaronésia, donde otras flotas coexisten junto a la flota Canaria como las Azores, Madeira, Las Islas Salvajes y Cabo Verde.
Dichas flotas surcan la parte oceánica de la placa tectónica africana. La intensa actividad volcánica que ha surgido desde el fondo del Océano a través de los tiempos junto a hundimientos y desprendimientos gigantes han edificado y diseñado las actuales islas; montañas, roques, anfiteatros, calderas, barrancos, un auténtico museo al aire libre, naturaleza salvaje en estado puro; y es desde Candelaria, a pie de su bella basílica Nuestra Señora de la Candelaria, donde levantamos las miradas en dirección al interior de la isla capitana, chocando ante una auténtica primera muralla repleta de surcos que defiende en primera instancia el acceso hacia el corazón de la isla tinerfeña, nos fijamos en el más profundo y decidimos ir en su búsqueda, acceder a su cabecera más alta y adentrarnos en una tierra abierta y vertical, es en Igueste de Candelaria donde nuestra aventura da comienzo, tierra de pastoreo y refugio guanche en tiempos pretéritos, tierra donde antiguos caseríos han muerto incluso en la memoria del presente, Pasacola y La Jimenez, ruinas de un presente arruinado y desahuciado; cruzamos por debajo del puente y canal de Araya y afrontamos los primeros saltos, estamos en el barranco de Los Porqueros, por delante nuestro saltos que se encadenan uno tras otro sin darnos respiro alguno, corto y explosivo, con un muro de 100 metros reinando estas paredes de Igueste de Candelaria, un descenso solitario y silencioso donde miles de rabos de gato mueven sus puntas como serpientes de cascabel, envenenando con sus semillas la verdadera flora endémica de la isla, ahogándola en una conquista demasiada avanzada donde lo endémico esta perdiendo batalla tras batalla la guerra…

El paisaje desde el interior de Los Porqueros es alucinante, a través de la mira telescópica rocosa de sus muros, nuestra mirada se fuerza hacia toda la extensa costa del Valle de Güimar con Las Caletillas en primer término, una Reserva Natural Especial se pierde en el horizonte con tres conos volcánicos protagonistas elevándose enmedio de un malpaís maravilloso, donde infinidad de matices y colores verdes y negros lo tapizan, siendo Montaña Grande quien lidera en volumen el valle y comarca de Candelaria.
Candelaria














Tras las sombras de los antiguos reyes de esta titánica Tenerife nos encaminamos hacia su interior, una nueva aventura y ruta comienza a dibujarse en esta tierra de grandes verticales, donde junto a mi incondicional compañera, el día se presenta intenso y lleno de emoción.
Igueste de Candelaria
Cabecera de Los Porqueros…

































Hay dos formas de ejercer la fuerza: una es hacia abajo, la otro tirando.
(…) imaginando un mundo sin temor. ¿Era eso posible? Si no había temor, ¿Cómo podía haber comodidad? ¿O coraje?…






















Bar Agrícola – TF28