Agradable paseo por la costa tinerfeña atravesando un paraje volcánico mágico, una ruta circular corta y cómoda que nos conduce por una amplia colada de lava: pequeños arcos de roca, túneles de lava, lavas cordadas, pequeños campos de arena y salinas en miniatura.
Euforbiáceas, tabaibas y plantas halófilas son alegres manchas verdes en el paisaje volcánico.
Antes de adentrarme en el Malpaís de Güímar, catalogado como Reserva Natural Especial, recorro todo el paseo marítimo del Puertito de Güímar (Av. Olof Palme).




El coche se puede aparcar sin problemas al final de la Avenida Ingeniero Manuel Gonzalez, junto al puerto deportivo, y así recorrer todo el paseo marítimo -Av. Olof Palme-.
La isla estaba sufriendo un temporal de nieve, lluvia y frio, así como un oleaje desatado, protagonistas que perdían fuerza en esta parte de la isla, dándonos la oportunidad de disfrutar de un tiempo metereólogico que se desentendía de lo que sucedia a escasos kilómetros del Puertito de Güímar.
Al final de la calle Marqués de Santa Cruz iniciamos y nos adentramos en el Malpaís de Güímar (Punta de la Arenita).

Malpaís de Güímar
Aquí las lavas se retuercen adquiriendo las formas más inverosímiles y te retarán a que continúes mirándolas hasta que quizá te preguntes si estás en otro mundo. Este paisaje es un verdadero tesoro biológico y geográfico. Es la puerta a otro planeta distinto al nuestro. Mientras te adentras en sus tres kilómetros cuadrados de extensión sentirás el salitre de la mar cercana y podrás observar una de las mejores evidencias de cardonal-tabaibal del Archipiélago. Podrás ver especies endémicas como el balillo junto con otras muchas de pájaros (alcaudón, abubilla o cernícalo). Y por supuesto los lagartos que corretean por las piedras buscando el sol. Admirar la icónica Montaña Grande, un promontorio de origen volcánico con un tierno color rojo apagado, es algo que no te dejará indiferente.
Desde siempre los habitantes de estas tierras han aprovechado los diferentes y valiosos recursos que ofrece este entorno, realizando prácticas como la pesca o el marisqueo. Un método utilizado por los antiguos pobladores era el del embarbascado: envenenaban el agua de los charcos con leche de cardón o tabaiba amarga, lo que garantizaba el aturdimiento de los peces.
Los antiguos, aprovechando su cercanía con el mar también obtenían de él un valioso producto como la sal. Todavía hoy puedes contemplar dos salinas perfectamente conservadas. Antiguamente, al no disponer de refrigeración se salaban la carne y los pescados para conservarlos en el tiempo.










El viento y el fuerte oleaje añadieron un plus espectacular a tan bella ruta, enormes olas rompían y rugían a lo largo de todo el sendero costero.





Abandonamos el sendero de la costa desviándonos hacia el interior, en dirección al cono de ceniza de Montaña Grande.


Flora que recubre el Malpaís de Güímar: Tomillos y lechugas de mar, cerrillos y panascos, tabaibas dulces y cardones.




La arena que pisamos y recubre el sendero procede de la playa del Socorro, el viento la deposita aquí acolchando el duro terreno de lava.
















Puertito de Güímar

